Los mensajes que nos marcan en la infancia, son aquellos que nos acompañarán el resto de la vida, aunque no nos demos cuenta. Habrán mensajes de amor, de emprendimiento, de apoyo. Pero también, por desgracia, existirán palabras que lastiman, conceptos que ataquen la seguridad de un niño convirtiéndolo en un adulto desconfiado y triste.
El problema principal es que cuando hablamos con los niños, en realidad no hablamos con ellos sino con las personas que creemos que ellos son. Entonces, menospreciamos sus miedos, ignoramos sus preguntas y torcemos sus emociones a nuestro parecer. Lo curioso es que todo lo anterior puede ser (y por lo general lo es), el resultado de los mensajes que recibimos cuando éramos niños y que olvidamos.
Una palabra es más que una palabra.
Aducir que una palabra no lastima es una de las mayores mentiras de la humanidad. Si una palabra puede causar mella en la confianza de un adulto ¿se imaginan el devastador poder que tiene sobre un pequeño? No en balde se afirma que lo que la persona logre en su vida es fruto de los primeros años de ella.
Por esto, cuando hables con un pequeño recuerda que lo estás haciendo con alguien que no posee ni la experiencia ni la defensa para protegerse. Por naturaleza ellos creen y confían en los adultos por lo que aceptan sus planteamientos como algo lógico. Pero si al crecer descubre falsedad en las afirmaciones de sus mayores, se rebelará ante ellos ya que, para los niños, la confianza es fundamental.
Marcas para toda la vida.
Los padres pueden otorgar a sus hijos las mejores defensas para enfrentar al mundo cuando le alimentan durante la infancia con frases positivas, de emprendimiento, de bienestar, bondad y amor. Los hijos de hogares cariñosos que los alientan por el buen camino son, por lo general, personas nobles, de gran corazón, con una capacidad de resistencia a los embates del destino y una definitiva carta de navegación hacia el progreso, la paz y tranquilidad interior.
Por otra parte, los hijos de aquellos hogares donde se les tratan en forma poco cariñosa, con burlas, menosprecio y mentiras, no pueden confiar en nadie, comenzando por ellos mismo. Un “usted no puede”, seguido de “no es capaz” o “no es lo suficientemente inteligente” son venenos que es difícil sacar del alma. Estas, y otras tantas frases similares, dejan dolorosas experiencias que los padres pueden repetir en sus hijos con la creencia que la dureza y falta de cariño es la educación normal que todos necesitan.
Cicatrices bajo la piel.
Algunos afirmarán que esto no es cierto, que los hijos educados en medios sin cariños son felices. La verdad es que lo que vemos en el exterior de una persona no siempre está relacionado con lo que esa persona siente en el momento. ¿Cómo reaccionará un adulto a quién se le ha repetido hasta la saciedad que nunca cumplirá sus sueños? Es posible que sonría y afirme que desde pequeño fue una persona seria y que no perdía el tiempo en sueños. Pero al verdad es que fue educado para no creer en sueños y dedicarse solo a lo que la limitada visión de sus padres le enseñaron.
3 consecuencias de los malos mensajes en la infancia.
Los mensajes que nos marcan en la infancia, cuando son negativos, pueden provocarnos dolorosas heridas para el resto de nuestras vidas. Veamos solo 3 de ellas.
1.- No pueden confiar en alguien. Un niño al que se le ha mentido, con quien los adultos juegan ofreciendo falsa información para la diversión de otros, cuando se hacen afirmaciones que no son cumplidas, tendrá dificultades en creer en los demás.
Como vemos, esto lo afectará tanto en sus estudios como en su futuro laboral y, peor aún, sentimental. Y puede, como otros comportamiento tóxicos, sumarse a la cadena de repetición con la que educará a sus propios hijos.
Seamos francos con nuestros niños. Seamos sinceros para que ellos tengan a alguien en quien confiar, por difíciles que sean sus dudas. Contar con una persona así equivale, para cada niño, como tener un puerto seguro al cual recurrir a recobrar fuerzas. Y esta es una hermosa sensación que nos durará toda la vida.
2.- Temor a ser abandonado. A veces es la ausencia de algún mensaje lo que lastima al niño. Esto es cuando no se responde a los niños y se ignoran las preguntas que para ellos son tan importantes aunque para nosotros nos parezcan irrelevantes. Son sus preguntas, eso debería ser suficiente para tratarlas con amor y respeto.
Cuando un niño es ignorado por sus padres y adultos en general no puede crear lazos emocionales con otras personas. Es decir, se sentirá solo. Esto, a la larga, puede llevar a comportamientos agresivos o depresivos. Poner atención a nuestros hijos es una actividad que puede llegar a ser divertida y reveladora. Ellos merecen que hagamos el esfuerzo.
3.- Temor a ser rechazado. Ya dijimos que un niño cree en lo que sus mayores dicen. A fin de cuentas, estas personas grandes saben lo que dicen, ¿verdad? Pero no; muchos no solo no saben lo que dicen sino que, sabiendo que lo que dicen no es cierto, tiene un retorcido sentido del humor que los lleva a disfrutar la confusión de los pequeños. Cuando a un niño se le ataca la autoestima y se le reduce su visión personal, considerará que no es suficiente para nada. No será suficiente para tener amigos, para tener un trabajo o para tener una familia, para nombrar solo tres puntos. Entonces se mantendrá sólo, lo que agrava su sensación de aislamiento.
Los niños deben confiar en sí mismo y esta es una de las más importantes tareas que los mayores tiene que asumir. Deben cultivarle la autoestima, empoderar su amor propio, lograr que se valorice como ser humano. Esta es la mejor manera que pase una infancia feliz y sea una persona más completa, productiva, alegre y justa.
Conclusiones.
Hemos visto que los mensajes que nos marcan en la infancia pueden ser tanto negativos como positivos y si nos hemos enfocado en este artículo más en los negativos es porque estamos en medio de una verdadera epidemia de falta de valores y autorespeto como personas.
Los mayores, los medios de comunicación y de entretenimiento, están en la moda de atacar o ignorar a los pequeños, concentrados los adultos en sus propias vidas y abandonando a aquellos que aún no conocen las reglas de la supervivencia.
Padres que no hablan con sus hijos, hijos que poco a poco se separan de su padres y buscan en otros la información con la que ha de enfrentar al mundo, es parte de un panorama que aterra por el tipo de generación que estamos creando.
Pero si nos concentramos en nuestros hijos, si les brindamos el afecto, respeto y atención que merecen, los estaremos preparando para enfrentar mejor el mundo en el que viven. Esa es nuestra función como padres. Nuestro deber. Y podemos lograrlo si depurados, fortalecemos y endulzamos los mensajes que nos marcan en la infancia.