Las prioridades en las parejas nos lleva a una de las preguntas sociales más repetidas y complejas ¿Qué debe priorizar en la relación: tu pareja o tu familia?
¿Quién está en lo correcto?
Sabemos que existen otras prioridades en las parejas, como el estudio, el trabajo, etc. Pero vamos a centrarnos en dos de las más álgidas: ¿pareja o familia?
En verdad, este es un tema tan complejo como la pregunta de qué fue el primero, el huevo o la gallina. Los que aseguran que la prioridad ha de ser la pareja, se basan en afirmaciones tales como que los hijos acabarán volando del nido y dejando a los padres solos.
Sus detractores, aseguran, con bastante lógica, que las parejas tampoco son eternas, por lo que se debería priorizar la relación con los hijos, con el argumento que las parejas son más propensas a abandonarnos que nuestra propia sangre.
¿Hay una posición correcta?
Tal parece que no… siempre y cuando se establezca un equilibrio.
Si se prioriza a la pareja se puede abandonar la educación y afecto que se debe brindar a los hijos, generando en ellos una sensación de abandono.
Por otra parte, priorizar la relación con los hijos puede llenar a tu pareja de insatisfacción e indiferencia, contaminando la relación y llegando a crear roces entre la pareja relegada con los demás miembros de la familia.
También hay quienes se preocupan más por el trabajo, por su deporte o cualquier otra cosa antes que la familia.
Entonces ¿Qué se debe hacer?
Hay que entender que una familia se trata de un todo y que cada miembro debe recibir igual nivel de atención, o por lo menos lo más similar posible.
Lo mejor, en estos casos, es entablar una comunicación abierta y franca sobre las necesidades de cada uno. Esto permitirá determinar lo que piensa nuestra pareja o nuestros hijos y buscar la forma de satisfacer sus expectativas. Logrado esto, estaremos ante una situación “ganar-ganar”, lo que nos permitirá construir una relación más sana y fuerte.
Conclusión
Es evidente que “priorizar” es una palabra que debemos tratar con cuidado. Llevada a cualquier extremos casi siempre desencadena una actitud tóxica que, tarde o temprano afectará la relación familiar.
Priorizar los hijos sobre la pareja, o la pareja sobre los hijos, o el trabajo sobre todo lo demás, destruye los delicados lazos que nos unen y deteriora la familia, a veces, de manera irremediable.